Ya lo siente Bibliotecaria Sin Tijeras pero en el caso que nos cuenta una ‘madre desesperada‘ en su blog la resulta a BST difícil la defensa corporativa de su compañero bibliotecario. Claro que habría que escuchar la otra versión, pero, por lo cuenta la madre el problema es la actitud del bibliotecario de primar el orden y el silencio por encima del disfrute de los niños con los libros que es de lo que se trata.
La autora del post tiene el detalle de no aclarar si la biblioteca a la que se refiere es de la Comunidad o el Ayuntamiento (parece que si es de Madrid) y evitar así que se identifique al bibliotecario al que critica. La que si afirma que trabaja para la Comunidad es la bibliotecaria Almudena Ferrera cuyo acertado comentario adjuntamos tras el post de la madre desesperada en cuestión:
‘Un bibliotecario infantil con poca vocación
Existe un personaje en la sección infantil de la biblioteca a la que vamos, que no cambia el gesto adusto de su semblante por una sonrisa jamás, mira a los niños con desaprobación y a los padres con desprecio. Pasea su triste figura entre los estantes y no pierde la oportunidad de criticar, reñir y tocar las narices a todo el que pilla. En vista de esta actitud tan negativa he llegado a la conclusión que a los mejor este señor no es el más adecuado para realizar una labor de bibliotecario en la sección infantil.
Normalmente le ignoro, pero esta vez colmó el vaso y yo, que suelo ser amable con todo el mundo, le dediqué mi mirada envenenada más ponzoñosa y mi tono de voz más seco y cortante. Confieso que ni le había visto pulular cerca, mientras mi niño más pequeño y yo disfrutábamos de un libro de animales depredadores con unos pop ups alucinantes. Lo estábamos leyendo por tercera vez cuando oigo su agria voz a mis espaldas: «Mucho cuidado con ese libro hum hum». ¡Cómo si lo estuviéramos tratando mal! Por qué cree que lo estábamos leyendo juntos. Vigilo a mi hijo para que no se emocione y algún trozo de papel salga perdiendo. En mi casa nos gustan los libros y los cuidamos. Le ignoré y seguimos a lo nuestro.
Mis hijos tiene muy claras las normas de la biblioteca. A veces les puede el entusiasmo y acaban hablando en voz alta, pero para eso estamos su padre y yo. Para recordarles dónde estamos. No todos los padres son tan estrictos, pero teniendo en cuenta que es la sección infantil veo normal algo de jolgorio. Así que encuentro insufribles sus «chisssst», «Silencio», «Ssssss»… Pero también se los pasé por alto.
Cuando ya habíamos elegido un buen montón de libros para hacer más divertida la hora del cuento, les dijimos a los niños que fueran a la mesa de recepción para sacarlos. Daniel estaba muy ilusionado por sacar uno en concreto, se olvidó por un momento en dónde estaba y fue corriendo hasta el mostrador. El energúmeno en cuestión le heló la sangre con sólo una mirada y le escupió: «Aquí no se corre» con toda su mala baba. El peque, que suele ser muy resuelto, se puso blanco, dio media vuelta y se escondió a mis espaldas. Alucinada estaba. Le dije que se entretuviera admirando una preciosa exposición de cajas decoradas que tenían en la puerta y que ya cogía yo los libros.
En cuanto me vio acercarme con los ojos echando chispas, se levantó y se puso a hacer el tonto para no atenderme. Pero ahí me quedé yo alimentando mi odio hasta que se dignó a sentarse de nuevo después de su paseo estúpido removiendo papeles de un lugar a otro sin orden ni concierto. «¿Quiere algo?» tiene la desvergüenza de decirme, «Un huevo frito, no te fastidia» pensé. De un empujón seco acerqué los libros hacia él, «Para devolver» le dije con un tono de voz que cortaba el aire. Sin decir ni mu, los pasó por la máquina. Muy digna le tiré el carnet casi a la cara (os aseguro que lo hice, me quedé flipada de mi falta de autocontrol), le puse el otro montón de libros delante y le dije «para coger» retándole con la mirada a que se le ocurriera exigir que viniera mi hijo mayor en persona a recogerlos (No es la primera vez que nos exigen que el titular tiene que ser la persona que recoja los libros). No lo hizo. Algo de luces tiene.
Cogí los libros muy enfadada y tiré la mitad al suelo. Jurando en arameo los recogí, los guardé en la mochila y no me fui dando un portazo porque la puerta estaba abierta. Mi marido me dio la razón en todo y me aconsejó que lo ignorara como siempre hemos hecho, pero ese día pasó la raya. Y se ha ganado una enemiga. Por supuesto, no tiene nada que temer de mí, pero para él voy a ser siempre la persona gruñona y malencarada que se encontró este sábado’.
Comentario de ‘Almudena Ferrero11 de junio de 2015
Siento tu mala experiencia con este individuo. No sé si se trata de una biblioteca municipal o de la comunidad, pero el personal es más o menos el mismo en ambas, así que te explico. Lo primero es que hay un 90% (y me quedo corta) de probabilidad de que este señor no sea bibliotecario. Los bibliotecarios son una parte muy pequeña de los trabajadores de una biblioteca. Lo normal es que en la sección infantil haya uno, y muchas veces no está de cara al público, sino en las oficinas. El personal que atiende las salas con suerte es técnico auxiliar de bibliotecas, pero lo más fácil en Madrid, especialmente si es de la comunidad , (es donde trabajo y lo que más conozco) es que sea un auxiliar administrativo que le ha tocado trabajar en una biblioteca. En un trabajo que no tiene nada que ver con ser auxiliar administrativo y que le deja con muy escasas posibilidades de promocionar a otro sitio, ya que al no ejercer labores administrativas no tiene puntos en los concursos. No es difícil tampoco imaginar que los puestos en bibliotecas, en el pais en qué vivimos, estan dotados con los nivele más bajos. Es decir, que nos encontramos con un personal que está haciendo un trabajo que no es el que le corresponde, con muy pocas posibilidades de cambiar a otro, con un horario de tarde que no es lo que uno espera cuando se prepara para funcionario administrativo y con el sueldo más bajo de su sector. Por lo tanto, vocación cero. Incluso muchos de ellos que son auxiliares de biblioteca son auxiliares administrativos reconvertidos nominalmente en auxiliares de bibliotecas. Formación bibliotecaria, muy poca, específicamente infantil, nula, no la hay casi ni para los bibliotecarios de carrera.
Te cuento todo esto para que te hagas una idea del panorama.
Ahora bien, nada de eso justifica la mala educación y la falta de profesionalidad. Sobre todo la mala educación. Yo te aconsejo que pidas hablar con el encargado de la sección de infantil y si no con el director de la biblioteca. . Piensa que este señor lo más probable es que tenga hartos también a sus compañeros e incluso a sus jefes directos. Y una queja por escrito. Siempre quejas por escrito, por favor. Los funcionarios normales y racionales queremos que se pongan quejas por el mal funcionamiento de los servicios. A los altos cargos les molesta mucho recibir quejas de usuarios. A los funcionarios de a pie no nos hacen ni caso. Lo que no creo que sea buena idea es que le «amenaces» con quejarte, puede tener el efecto contrario y que te coja más manía.
Como bibliotecaria estas cosas me molestan muchísimo, porque flaco favor nos hacen. De todas formas, sin llegar a esos extremos, hay bibliotecas infantiles que se hacen desagradables, yo lo he vivido con mis hijos, pretendiendo que los niños casi ni respiren. Son niños, y sobre todo cuando tienes sección de «bebés», hasta tres años, no puedes pretender que esten absolutamente callados.
Un saludo
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Y, se me olvidaba decirlo, a pesar del panorama dibujado, la inmensa mayoría de las personas que desempeñan ese trabajo, lo hacen muy bien y saben tratar con el público. Y muchos descubren su «vocación» hacia las bibliotecas’.